El segundo sexo: no se nace feminista
México, 23 de jun 10 (CIMAC).- A continuación  transmitimos la primera de cinco partes del  artículo "El segundo sexo": no se nace feminista,  que el escritor Carlos Monsiváis publicó en el  volumen 20, de Debate Feminista, en octubre de 1999.
Por Carlos Monsiváis
En 1949 se publica El segundo sexo de Simone de  Beauvoir. En los años inmediatos a su salida son  mínimas las repercusiones en América Latina, y  los motivos de esta demora son entendibles.
No se dispone del espacio social y cultural, del  ánimo receptivo que transforme las propuestas en  decisiones de cambio. El patriarcado es un  imperio feudal, en México por ejemplo las mujeres  no votan, en varios países no existe el divorcio,  el adulterio continúa estremeciendo a las buenas  familias y alentando su morbo, incluso se combate  el uso femenino de los pantalones.
En el campo de las profesiones la presencia de  las mujeres es mínima y en la UNAM el porcentaje  de alumnas no es mayor del 8 por ciento (el  porcentaje de maestras es aún más bajo). A las  sufragistas y feministas heroicas de los años  veinte y treinta, las suceden en los cincuenta  casos aislados de luchadoras sociales, de  izquierdistas con frecuencia dogmáticas, de  profesionistas a las que se respeta añadiendo en  la admiración el condicionante : "A pesar de ser mujer. . ."
A fines de los cincuenta -acudo a mi testimonio  por típico de un momento, no por excepcional- leo  El segundo sexo con entusiasmo. Asimilo entonces  el libro de un modo que hoy me avergüenza y  entonces hallo natural: es un gran ensayo sobre  La Mujer, que examina la naturaleza de sus  desventajas. No voy más allá . A la distancia, me  doy cuenta de mi "astucia": elegí concentrarme en  la forma y el método expositivo: "Muy mal que las  discriminen, ¿pero qué puedo hacer?" Al  recapitular, advierto mi incongruencia: ¿cómo me  pudo apasionar un tratado que es un alegato, sin  desprender de su lectura consecuencias políticas?
Reviso mi ejemplar de El segundo sexo y encuentro  la profusión de subrayados y notas en los  márgenes. Pero la perspectiva sobre lo femenino  que me regía apenas se modificó. Muy  probablemente, el cerco del pensamiento  patriarcal era tan intenso que separaba  orgánicamente la reflexión de la aplicación  práctica, y se veía como "literatura" un examen  radical de la opresión histórica y la construcción social de las mujeres.
No creo haber sido en esos años un sexista  irrefrenable. Desde adolescente me fastidiaban  los signos del atraso programado, muy en especial  la partícula que ataba esclavistamente a la mujer  con su marido"Fulana de Gómez, Perengana de  Torres". (Lo sentía un herraje más que un sello  matrimonial) También, había visto de cerca y  admirado a las sobrevivientes del sufragismo  mexicano de los veinte, con sus relatos de  policías que persiguen a las activistas, las  meten a una patrulla, van por otras, las  detenidas escapan y todo vuelve a comenzar,  mientras la propia izquierda las somete a  discriminaciones. También atestigüé por  compromisos militantes, la primera votación de  mujeres en México, en 1955, que me emocionó o a  lo mejor no, y de seguro me resultó un  espectáculo fascinante, ese miedo reverencial al  llegar a la casilla, ese empuñar de la papeleta  como la llave de ingreso al mundo desconocido.  Eso sí, pero nunca, seriamente, había revisado  mis ideas sobre los derechos femeninos. Los  aprobé sin responsabilizarme de mi punto de  vista, reaccioné con enfado ante el maltrato  machista a las mujeres, la arrogancia de los  violadores, el desprecio a las activistas y sus  luchas siempre tan aisladas y aislables. Pero mi  rechazo sentimental de la injusticia no me  comprometía a visión alguna de género.
Le debo a Rosario Castellanos la relectura de El  segundo sexo. Con su modo magisterial fundado en  la ironía obstinada y cíclica, Castellanos me  hizo consciente de las resonancias del libro. A  ella El segundo sexo le había transformado, al  modificar, organizándolo panorámicamente, su  entendimiento de la condición femenina. Y como a  ella a un grupo de universitarias de esas  generaciones, por fin dueñas de un instrumento de  precisión ideológica, histórica, sociológica,  incluso científica.Y si se piensa que le atribuyo  demasiado valor a un solo libro, recuérdense en  las condiciones de la época, y el discurso  político que aún se dirigía a La Mujer con lujo  de paternalismo: "Estas manos que mecen la cuna"  . Por eso fue tan aleccionador el influjo del  Segundo sexo sobre Castellanos. Ya podía burlarse  de sí misma, porque delimitaba su sarcasmo y lo  convertía en parte de la crítica irónica al machismo.
 
 
que crees? que no encontré el cartel que pedias. no lo tengo. lo mencioné en gabba pero no me mandaron cartel. ariadna tambien lo mencionó por twitter...no te habráss confundido? pero bueno...
ResponderEliminarnada mas que supieras que lo busqué pero no lo encontré.
saludos
El WARpig